El gran legado de George A. Romero


por OscarFernando

49 años después de haberse estrenado la película clásica de terror, La noche de los Muertos Vivientes, falleció este pasado domingo 16 su creador, George Andrew Romero, director que sencillamente dio una nueva forma a los zombis convirtiéndolos en todo un subgénero por derecho propio. Para ese momento ya existían desde luego algunas películas sobre zombis, inspiradas principalmente en la religión vudú de Haití, de hecho, se reconoce como la primera película de zombis a White Zombie de 1932 con el actor húngaro Bela Lugosi, e incluso, curiosamente, resulta que existe una película de 1936 con Boris Karloff titulada The Walking Dead.

Pero Romero cambió todos estos paradigmas, alejándose de esas exploraciones tendenciosas del vudú, tan misteriosa como localizada en el primer país de América que consiguió su independencia bajo el descomunal abuso del estado francés. El realizador coescribió esta, su primera película, a sus tan sólo 27 años, creando una historia sobre verdaderos muertos, que por una fantasía más propia de la ciencia ficción que de terror, el paso cercano de un meteoro a la Tierra, vuelven a la vida sin conciencia alguna más que una insaciable hambre por carne humana de los vivos y que sólo pueden morir definitivamente al recibir una herida fatal en el cerebro, haciendo con un presupuesto absurdamente reducido, tal parece que lo más costoso deben haber sido los sueldos para los actores, una muy efectiva crítica al consumismo excesivo y la sociedad alienada.

Al ser sido una película creada en conjunto con John Russo, el extraño experimento en blanco y negro fue todo un caso de Hollywood, pues pese a haber sido una película en extremo barata, recibió distribución y exhibición comercial estandarizada, convirtiéndose en todo un éxito y una pieza de culto, dejando toda una escuela para el terror, pero surgieron también las fricciones con Russo y por manejar otros títulos durante su realización, el filme cayó en dominio público más pronto de lo que debía. Como sea, su legado estaba impreso.

Romero, de padre cubano, por ello su aún inusual apellido en el Hollywood de esa época, creó con su puesta en escena en blanco y negro una de las mejores metáforas que existen hasta la fecha sobre la sociedad avanzada, en que todos estamos condicionados a lo que debe consumirse, la completa descomposición social, así como la pérdida de identidad y la falta de cooperación. En La noche de los Muertos Vivientes, los miembros de esas familias que se resguardan en una casa terminan siendo más peligrosos entre ellos mismos, sólo por querer sobrevivir, que los propios Muertos Vivientes afuera; para rematar, el único sobreviviente, el primer protagonista negro en la hipócrita historia de Hollywood, muere al ser confundido con uno de los zombis. El debutante director se propuso deshacer el sistema en su opera prima, y lo consiguió.

A esta obra, siguieron, ya en color, El amanecer de los Muertos en 1978 y El día de los Muertos en 1985, la primera quizás la más punzante de todas pues el encierro es en un centro comercial, la representación más concreta de la sociedad capitalista.

Consumido por su propia aplastante influencia, Romero hizo filmes de otros géneros, que no recibieron mucha atención, hasta que en el nuevo siglo volvió con sus Muertos Vivientes en otras tres películas que exploraron de diferentes modos ese mundo poblado por zombis come carne, no tan logradas como sus tres primeras películas, en parte por su empeño en que fueran producciones muy baratas, pero con puntos los bastante interesantes como para atraer la atención, como aquélla hecha completamente con el método de cámara subjetiva. Aunque él mismo no tuvo buena opinión casi de ninguno de los numerosos remedos que se hicieron siguiendo el modelo de sus Muertos Vivientes, terminó tomando elementos de estos, como los zombis que se intenta amaestrar de la serie de películas de Resident Evil, o el propio Apocalipsis zombi en que absolutamente todo el planeta se ha convertido en una tierra de Muertos Vivientes.

De tal modo, el subgénero de terror que definió hasta la fecha sigue creciendo, por supuesto principalmente con la serie The Walking Dead que toma los mejores elementos de sus Muertos Vivientes, y es que, como Bram Stoker con el vampirismo, el impacto de la película de Romero fue tal que existe toda una completa subcultura acerca de los Muertos Vivientes, salvo que no ha logrado emanciparse por completo del horror como aquella al no tener grandes variantes, y todos conocen perfectamente las características que distinguen a los terroríficos revividos.

En primera, un Muerto Viviente, pues no es exactamente un zombi, no es un criado que seguirá órdenes de nadie, al contrario, el único objeto de su lamentable segunda oportunidad de vivir es comer carne humana por lo cual son en extremo peligrosos para los vivos, además, no se llenan una vez que tienen oportunidad de comerse a alguien.

En segunda, la bien conocida, si un vivo es mordido por un Muerto Viviente, está condenado, pronto morirá de la horrible infección que sólo lo pasará a esa aterradora transición entre un vivo y un completamente muerto, por lo cual lo mejor es pedir piedad y que destruyan su cerebro, para no llegar a ese estado.

La tercera, los Muertos Vivientes no tienen prácticamente inteligencia alguna, mucho menos recuerdos de cuando estaban con verdadera vida, por lo cual es absurdo cualquier intención de razonar con ellos. Por supuesto, esto conlleva adicionalmente una total incapacidad para que hablen, pues además están en descomposición de todos sus órganos, comenzando por los blandos como la lengua.

La cuarta y última, la locomoción de los Muertos Vivientes es la propia, pues de un muerto, con sus huesos y músculos o atrofiados o desgastado, inexistentes o en franca descomposición, por lo que se moverán siempre lentamente, pero ello lo compensan con la que quizás sea su más aterradora característica, atacan casi siempre en verdaderas hordas, lo cual representa un inconveniente proporcionalmente grande para escapar y continuar sobreviviendo.

George A. Romero murió dejando tras de sí un legado enorme para el terror, el de los ahora bien conocidos Muertos Vivientes, y será un legado que, irónicamente, vivirá por siempre, cual cuerpo que se niega a morir.

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