La titánica labor de retomar un clásico

Por OscarFernando

En 1982 el mundo conoció Blade Runner, la tercera película de Ridley Scott, la cual en su momento y, por extraño que aún suene enterarse para algunos quizás muy jóvenes, fue mal recibida tanto crítica como económicamente, pues se le consideró en exceso depresiva, pesada y, en un verdadero extremo de opinión, pornográfica (¿? [bueno, esa misma crítica especializada en 1968 calificó mal 2001, Una odisea en el espacio por considerarla muy rígida, manera larga de disimular, como nos pasa a todos en las primeras cinco ocasiones que la vemos, que no le habían entendido]), mientras el público sencillamente no la tomó mucho en cuenta.

Sin embargo, apenas unos dos años después de su estreno, se hacía evidente que su impacto dentro del género era poco más que mayúsculo y había cambiado por siempre e irremediablemente la manera de ver y hacer ciencia ficción. El realizador británico, quien ni siquiera leyó la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, del gran Philip K. Dick, en que los guionistas Michael Green y Hampton Fancher, libre, muy libremente, basaron su libreto, en realidad tomó el proyecto originalmente porque acababa de fallecer su hermano mayor, y su estado de ánimo sólo le permitió tomar este, un proyecto más de ciencia ficción tras haber regalado al mundo Alien, el octavo pasajero, pero en forma de una película más triste, retomando lo mejor del cine negro, con una pesada atmósfera en que una sociedad altamente tecnificada vive paradójicamente cada vez más aislada, y que además inauguraba en el séptimo arte el subgénero cyberpunk, cuestionando la realidad de los mismos personajes; ¿y sí todo lo que sabemos es sólo un recuerdo conveniente y recientemente implantado? Todo conducido por la asombrosa banda sonora del precursor griego de la música electrónica, Vangelis, enmarcada en los diseños futuristas de Syd Meade y con la atinada dirección de Scott.

Una vez habiendo ganado el estatus de culto, muchísimo se habló durante años de retomarla, después de todo lo primero que dejó, y el mismo Scott ha mencionado múltiples ocasiones que ni se lo esperaba ni se lo proponía, fue una enorme influencia, la cual generalmente se percibe sobre todo en el trabajo de autores japoneses de manga y anime, pero se encuentra hasta en Star Wars. Pero la continuación no llegó, por lo menos no en 35 años hasta ahora que ha sido retomado por Alcon Entertainment, con producción del propio Scott, que cedió la dirección al canadiense Denis Villeneuve, quien ahora tiene una titánica labor, el trabajo que muchos antes que él, quisieron, y ahora recae cual responsabilidad bíblica sobre sus hombros.

No todos los directores del sistema de Hollywood pueden presumir que les caiga semejante encargo, el de Villeneuve es uno que supones varias complicaciones, si de Blade Runner se sigue hablando y especulando 35 años después de su estreno, ahora debe haber hecho algo de menos parecido, pero la parte más espinosa de su película, titulada simplemente Blade Runner 2049, pues en esta habrán transcurrido sólo 30 años desde de la original, que tiene lugar en 2019, y no los 35 años reales, es resolver aquellas dudas que aquella plantó, como el destino de la Replico Rachel o la verdadera naturaleza de Rick Deckard, el personaje de Harrison Ford, del que Scott dio a entender y durante todos estos años ha estado afirmando, que era también un Replico, luego entonces, ¿por qué él sigue con vida?

Lo que, es más, la película bien puede ser un pase de estafeta pues Villeneuve y Scott ya han llegado a mencionar que se realice incluso otra secuela, no por nada están optando por otro nuevo protagonista, el muy competente Ryan Gosling, pues la distopia de Blade Runner es susceptible de ampliarse mucho más que sólo otro filme.

Pensar en otra película más es aún prematuro, pero bien dicen los escritores en lengua inglesa que no existen malos personajes, sino malas historias, y el universo de Blade Runner ofrece muchas posibilidades. Sobre quién dirigiría esa teórica tercera parte, es difícil de afirmar pues no sólo Villeneuve ha dicho que su siguiente proyecto será la previamente anunciada Dune, sino que además se le ha relacionado con la 25 misión del súper agente al servicio secreto de Su Majestad, James Bond, la cual llegará para invierno de 2019, es decir, que deberá entrar en producción el próximo año, pero parece de por sí improbable que tomara esa labor a reserva del resultado que obtenga su propia visión de Blade Runner y, claro, las noticias que pueda ofrecer acerca de esa adaptación de la obra quinta esencial, Dune.

Que a Villeneuve se le relacione con Bond habla de por qué es uno de los directores más solicitados actualmente, no cualquiera puede presumir tener en su escritorio tanto Blade Runner como Dune.

La adaptación de Dune que Villeneuve planea hacer, si es que llega a realizarla, es decir, aún pueden pasar muchas cosas, es otra empresa por demás ambiciosa y que también varios han deseado tomar antes. Nada más se le considera, por mucho, la mejor novela de ciencia ficción de la historia, lo cual ya es decir mucho; el propio Arthur Charles Clarke llegó a reconocerla diciendo que no se parecía a nada, salvo al Señor de los Anillos. ¿Qué fue lo que planteó Herbert en su novela que hasta la fecha genera tantos elogios? Fácil. Un futuro distante, muy distante, en el que la humanidad ha negado los avances tecnológicos y la sociedad se ha dividido en un nuevo sistema de castas, así como en escuelas y sociedades de tipo sectario, y un monopólico gremio que comercia con los viajes por el espacio, que contribuyen a enmarcar la historia de una traición palaciega en cuyo centro está la ambición por Arrakis, el planeta Dune, la única fuente de especia en todo el universo, la cual está secretamente ligada a los desproporcionadamente gigantescos gusanos de arena.

¿Qué? Sí suena extraño es porqué así es, pero es una novela maravillosa. El buen Herbert tenía verdaderos problemas para escribir historias cortas, por lo que su original Dune, que en realidad se divide en tres libros, narra el enfrentamiento secular entre las casas Atreides y los Harkonnen, los unos nobles y honorables, los otros traicioneros, arrogantes y brutales, o las ambiciones inmorales de la casa gobernante Corrino, el cual puede sonar a un planteamiento muy maniqueo, pero Herbert lo desarrolló con auténtica maestría siendo en ese 1965 prácticamente sólo un desconocido que había hecho cantidad de trabajos antes de dedicarse de lleno a la literatura de ciencia ficción. Ya sea el detalle con el que narra el condicionamiento de los doctores Suk, o el adiestramiento de los Mentats que sustituyen a las máquinas, o las maquinaciones de la religión Bene Gesserit, así como la extraña sociedad de los Fremen en esa analogía por el agotamiento de los recursos naturales por que apostó para desarrollar su novela, Dune es hasta la fecha una novela singular y muy diferente a casi toda obra del género.

Evidentemente la película de David Lynch en 1985 se quedó muy por debajo de lo deseado en su primera adaptación de Dune, por lo que actualmente ya sólo se niega a hablar del tema cada vez que le preguntan, de hecho, evidentemente un tanto molesto. Un poco mejor suerte tuvo la miniserie televisiva inglesa de 2001 de John Harrison, pero fueron obvias las limitaciones de presupuesto. Qué si Villeneuve se está metiendo en todo un embrollo con este proyecto es muy cierto, por lo cual su versión de Blade Runner puede sencillamente ser determinante para su propio futuro con Dune.

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